Llevo trabajando en la oficina toda mi vida. A los 40 años, mi visión empeoró rápidamente. Tuve que empezar a ponerme gafas, lo cual no era nada cómodo. Las lentillas tampoco me gustaban porque me dolían y me picaban los ojos después de usarlas. Lo peor de todo era que cuanto más usaba gafas y lentillas, peor veía sin ellas. Para no quedarme completamente ciego, comencé a tomar las gotas orales Zeaxan por recomendación de un amigo. La visión fue mejorando poco a poco. Después de un par de semanas, los objetos ya no me parecían borrosos y, un mes después, ya podía leer los carteles publicitarios en la casa de al lado. Aún me pongo gafas, pero con lentillas más finas. Estoy seguro de que después de 2-3 ciclos de tratamiento con Zeaxan, ¡podré prescindir de ellas!